"Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengamos historia, no tengamos doctrina, no tengamos héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así como una propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas" 

Rodolfo Walsh.

 

          Crítica a los socios de esta sociedad.   

Por Hernán Di Lorenzo.

 

Sin ser conscientes, los habitantes de nuestra sociedad de consumo son sometidos a una visión de la realidad que desvirtúa sus valores y obliga a sus integrantes a olvidar sus propios deseos en función de otros que le son impuestos por la fuerza de la cultura misma que los rodea. Los hace esforzarse durante toda su vida por alcanzar algo que no necesitan, algo que no saben porque lo persiguen, pero están dispuestos a luchar durante toda su truncada existencia para obtenerlo.

Y así, en esa necia carrera consumir sus vidas, ganando efímeros momentos de satisfacción cuando alcanzan eso para lo que lo tanto trabajaron; sólo para ahora una vez más, tener que alcanzar la siguiente, vacía de sentido, ambición.

 

Estos individuos, que sienten disfrutar de las emocionantes y excitantes idas y vueltas que les regalan sus laboriosas vidas, son los habitantes de la famosa parodia cinematográfica, que se describe con insuperable simpleza conceptual, la omnipresente “matriz”. Luchan así por mantenerse enchufados al sistema y miran con extrañeza a los que creen que algo anda mal, a los que entienden que vivir de este modo no tiene sentido.

 

Como era de esperar, todos estos ya adaptados individuos no sospechan de lo que no pueden ver, no conciben que existe otra realidad, distinta a que tienen frente a sus ojos, y así reniegan de aceptar que la injusticia y el sufrimiento que signan nuestra sociedad, las profundas inequidades a la que son sometidos ellos y todos los habitantes de esta realidad no son intrínsecas a ella, no entienden que solo fueron creadas por el mismo perverso sistema que los mantiene esclavizados y que ellos mismos sostienen al resignarse a creer que otra realidad sea posible.

 

Pero jamás podrán entenderlo, nunca lo harán mientras se sientan adaptados a ese mismo sistema que los consume. Mientras sientan que única meta en sus cortas vidas deba ser alcanzar un cómodo lugar en esta injusta sociedad, aceptando a cambio mantenerla intacta como les fue impuesta. Y claro, podrán creerse felices, y desarrollar sus pequeñas existencias, disfrutando y sufriendo en los buenos y malos momentos con los cuales ésta pueda entretenerlos, pero lo harán sin ser siquiera consientes que su vida esta siendo consumida eficientemente por el sistema que ellos mismos nutren; evidentemente, la alegoría de la “matriz” no escatima en la claridad visual de sus metáforas.

 

Por otro lado, y para persuadir también a los más optimistas, tenemos que recordar que estos adaptados individuos que dedican sus vidas y esfuerzos a perseguir estas escurridizas ilusiones, lo hacen sin entender tampoco que estos deseos no conocen límites, pues siempre les es posible obtener más de lo que buscaban, y así nos topamos con un totalmente nuevo y aún más decepcionante inconveniente.

 

Y éste es que en el mundo donde vivimos, a diferencia de en una maleable matriz, los recursos y riquezas son limitados, esto implicará que, si entendemos que el sueño siempre puede ser más ambicioso, nadie podrá alcanzar sus distantes ilusiones.  Todos estos adaptados individuos estarán condenados entonces a vivir en permanente insatisfacción, deseando constantemente algo que no pueden alcanzar.

 

Uno podría especular, también, que en algún momento estas desdichados personas podrán agotarse, reconocer que es una lucha sin sentido, levantar la vista y ver que la realidad a su alrededor tiene un horizonte más lejano de lo que suponían. Entender que lo que tanto buscaban carece de sentido, que sus vidas pueden estar signadas por otros valores.

 

Sin embargo, lamentablemente, la sociedad moderna logró adelantarse a la madurez e independencia de pensamiento de sus propios integrantes.

Y así, justo antes de darles la oportunidad de librarse de sus viejas cadenas, el mismo progreso que prometía regalarles todas sus luces elaboró al mismo tiempo los sofisticados mecanismos y medios necesarios para irrumpir en sus mentes y recordarles que sus vacías ambiciones todavía parecen estar cerca, que todavía deben intentar alcanzar todas esas cosas que creen desear.

 

Desafortunadamente, como nos explica un oscuro personaje de nuestra alegoría, la realidad que existe por encima de la nuestra no puede ser vista con nuestros desnudos ojos. Para poder verla y entenderla tenemos que hacer un gran esfuerzo.

 

Y sólo con ese esfuerzo comprenderemos que si vivimos así nuestras vidas, si transitamos el estrecho camino que tenemos delante nuestro sin levantar la vista, al llegar al final del mismo, y ya demasiado tarde, percibiremos que siempre existió un inmenso campo alrededor nuestro, libre de ser recorrido en cualquier dirección, y entenderemos que siempre pudimos caminar libres y construir nuestro propio viaje, y sin embargo, en lugar de eso, malgastamos nuestra corta existencia caminando siempre con la mirada en el suelo, sobre un sombrío y pedregoso sendero que creímos, porque así nos lo explicaron los otros caminantes, era el único posible…

 


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